Epílogo - Mortalidad.

Hoy es miercoles.

Y es de noche.

Me gustan los miercoles, tengo la única clase que disfruto de este semestre. Es cansada. Pero a veces así suelen ser las mejores cosas.

Y apenas estan llegando de un viaje que les tomo justo el tiempo esperado. Hola. Hola ¿estas cocinando?. Si, ¿quieres?. No gracias. ¿Cómo les fue?. Pues...

Y es aquí cuando la vida me recuerda que es una culera.

Cuando soy optimista, y tengo el azucar alta, me gusta pensar que mi vida no es tan mala, inclusive llego a sonreir pensando que quizás no podría pedir nada mas, y que quizás si no fuera tan cliche, diría que mi vida es perfecta.

Y en un sentido, supongo que lo es.

Aunque la verdad es que, como dice Lola de The Kinks, no soy un hombre que se pueda decir que tenga el mejor físico del mundo. No soy guapo, ni remotamente atractivo. Soy un desastre con las relaciones sentimentales. Me preocupo por cosas que no valen la pena. Leo comics. Estudio diseño gráfico y no tengo novia. La mayor parte del tiempo estoy solo, pero la mayor parte de ese tiempo es por decisión propia. Ni vicios ni deudas me consumen. Tengo una colección musical decente a la que puedo agregar nuevas cosas, casi, cuando quiero. Poseo buena memoria. Sonará mamón, pero tengo un bagaje cultural bastante decente. Y aunque no tengo dinero en exceso, puedo permitirme más comodidades de las que debería. Es esta seguridad la que me hace sentir ajeno, que no puede pasar nada malo en mi vida.

Claro que solo tengo que hacer un poco de memoria para saber que eso, en más de un sentido, no es cierto. Pero no importa, nunca nada es tan grave. Las cosas no se complican, nosotros las complicamos. Vivir con miedo no es vivir. En unos años nos reiremos de esto.

Odio no saber que decir en estas situaciones.

Y entonces, la vida te hace ver que, quizás, no eres tan especial y que tu pequeño lugar en la esquina de a vida, no está tan lejos como pensarías.

Y entonces es cuando pasa algo malo. La vida es una culera, no hay duda.

Y no sé que hacer.