Mortalidad.

Su nombre es Liliana.

Tiene cerca de doce años más que yo.

Lo cual es una manera educada de decir que no tengo la menor idea de la edad de alguien de quien debería tener idea completa.

Tiene dos hijos. Uno con sindrome de Down. Aún así se da tiempo de bailar, de enseñarle otros niños a bailar. Es maestra de baile regional.

La historia podría ser para llorar. Y para su familia cercana lo es.

El segundo tratamiendo ha fallado.

Las esperanzas se acaban. Lo jodido del asunto, es que el tiempo se acaba aún más rápido. ¿Cuanto? No lo sabemos con certeza, responde el tipo debata blanca, pero con el tratamiento adecuado y una operación, quizás estaríamos hablando de diez años.


Quizás.

Y me siento aún peor por no saber la edad exacta de una mujer que ahora tiene que enfrentar el panorama casi sin esperanzas, cuando hay dos personitas que le recuerdan que ellos son su esperanza.

Cosas como estas pasan todo el tiempo. Hablar de ellas es un cliche. La vida es una culera. Y yo también.

Las experiencias, las tontas cadenas de internet, los programas de televisión, nos ha enseñado que esto le puede pasar a cualquiera, nohayun plan fortuito, luchamos por pensar que así es, pero a la larga solo se nos demuestra que lo único seguro, es que debemos aprender a improvisar. Y que le puede pasar a cuaquiera.

Su nombre no lo recuerdo. Tampoco es que debería. Y después caigo en cuenta que tan mal esta eso. Después de todo es solo la mamá de una de mis mejores amigas. Ya lo he dicho. Soy un cabrón. Mis propias acciones justifican el hecho de estar solo.

Eran las nueve de la mañana y ya tendría que haber llegado a su trabajo (que esta ubicado en su propia casa) después de dejar a las niñas y de pasar al mercado (o al super, supongo que en este momento ya pueden llegar a considerarse sinonimos). No llega. Ni tampoco llegará en las próximas doce horas. Así como tampoco responderá su telefono.

Mi amiga, su hija, me contacta, así como a todo aquel que la conoce, cuando ya han pasado casi trece horas. No sé que decir. Nunca sé que decir cuando hay una situación así. Soy un pesimo apoyo. Y esa es solo una parte de porque soy un cabrón.

Una hora después, minutos mas o menos, me dice que ya la encontraron. Llego por sus propios medios a su casa. No recuerda nada de todo el día. No quise preguntar más, por educación quizás, o solo porque no me gusta la idea de que le haya podido pasar algo más grave de lo que aparenta.

Quizás.

Quizás les paso algo malo a dos personas que son más cercanas a mi que no me había dado cuenta. Y solo quizás, me cuesta trabaja lidiar con eso.

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